#8M2023 “Habitar los márgenes, poniendo la vida en el centro”

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La lógica feminista no se puede construir desde la universalización de la mujer blanca como único sujeto político del feminismo, sino desde las múltiples experiencias de la diversidad de las mujeres que habitamos este planeta. Es necesario comprometernos, luchar desde nuestras vidas, comunidades, territorios para garantizar vidas dignas para todas, tejiendo redes de acción, solidaridad y afectos.

Es un #8M2023 raro este año, ¿no? Ésta es una de las preguntas que nos hacemos en este momento. Quizás algunas estamos tristes, ante la dificultad para aceptar el disenso, o la impotencia ante la difusión de mentiras. Otras con rabia e indignación, ante el auge de los discursos de odio, ya no solo por sectores fascistas, si no por personas que ideológicamente creíamos más cercanas. Algunas sentimos que hay algo que nos oprime el pecho, y no tiene por qué ser lo mismo para todas.

Pero no podemos olvidar que el feminismo es liberador, es corriente política, es un horizonte y es un movimiento que camina hacia ese horizonte. Para definir al feminismo son necesarias muchas palabras, es necesario tener memoria histórica, conocer y aportar propuestas de futuro y analizar el presente con perspectiva.

El feminismo se puede nombrar en plural, porque es necesario poner en valor la aportación de las distintas corrientes feministas, según el contexto es necesario, por ejemplo, subrayar la necesidad de las propuestas ecofeministas o analizar el contexto desde la perspectiva del feminismo decolonial.

Ya sabemos que la realidad es compleja pero el pensamiento binarista occidental (bueno vs malo, cultura vs naturaleza, corporal vs espiritual, éxito vs fracaso, masculino vs femenino…) simplifica tanto la realidad que la polariza, o lo que es peor, la invisibiliza. Y el feminismo ya lleva mucho tiempo diciendo que lo que no se nombra no existe. Paralelamente podemos tener el debate de que las etiquetas, o estereotipos, oprimen, solo muestran una característica, un rasgo identitario de esa realidad a la que nombran, que, como la definición de feminismo, necesitaría muchas palabras (o etiquetas) para ser descrita.

El feminismo es interseccional, desde los orígenes del feminismo radical en los años 60 se reconoce no sólo la opresión por ser mujeres sino también por la clase social, la etnia, la orientación sexual y el lugar de nacimiento y residencia, sea barrio, ciudad, país. No pide la mitad del pastel, se exige un cambio en el sistema, cocinar una nueva receta, no solo para mejorar las condiciones de las mujeres, sino de todas las personas y del planeta. El sistema es patriarcal, capitalista y colonial, a través de la explotación y subordinación genera violencia social y ambiental.

Estos últimos meses en el Estado español se ha podido avanzar en el reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y del colectivo LGTBIQ+, con leyes que buscan proteger a las personas en el marco de la diversidad o que apuestan por la educación sexual y la prevención antes que por el castigo. Sin embargo entristece ver cómo estos avances han ido acompañados de un auge de los discursos de odio, que vulnerabiliza aún más a las personas trans y a todo el colectivo LGTBIQ+, así como un reforzamiento de los colectivos y partidos antiderechos que han impedido aprobar leyes tan ambiciosas como hubiéramos querido. 

Además, de manera paralela a estas nuevas leyes, se aumenta el presupuesto militar, con el argumento de “defender la paz” y se abre el módulo de mujeres del CIE de Barcelona, lo que supone un nuevo paso en la consolidación de las estructuras racistas y xenófobas de Europa. La ley de extranjería maltrata, mata, viola y destruye vidas dentro del territorio o a lo largo del camino.  

En este contexto, además de salir a la calle, ¿qué acciones reales podemos ejecutar y aterrizar en nuestro cotidiano para que este mundo patriarcal, racista y colonial deje de serlo? 

“En una sociedad racista no basta con no ser racista, hay que ser antirracista”. Esta frase de Angela Davis tan repetida, vista en pancartas y gritada durante los últimos años en las manifestaciones del 8M, está a punto de volverse mainstream. Cuando un grupo enorme y heterogéneo repite algo tantas veces, la frase deja de tener un sentido profundo, se torna un eslogan y pierde su sentido primero: un lugar de compromiso y prácticas políticas. Gritar frases antirracistas en este día específico del año, volver a casa y dar la misión por cumplida, contribuye a la despolitización del sentido profundo que las palabras de Angela traen a este mundo. 

Nos queda mucho por hacer, no podemos conformarnos. La celebración de estos avances legales no puede hacernos olvidar de todos los colectivos que siguen quedándose fuera, desde las trabajadoras sexuales, que siguen siendo criminalizadas, hasta las trabajadoras de sectores feminizados que siguen sin tener leyes y mecanismos de inspección suficientes que las protejan. Además de las personas migradas en situación irregular, que se quedan fuera de la ley del “solo sí es sí” ya que en caso de que denuncien se arriesgan a ser deportadas. Tenemos que seguir luchando para que los avances legales sean para todas, que estas leyes feministas vayan acompañadas de la aprobación de la ILP “Regularización ya” y de una ley de empresas transnacionales y derechos humanos que termine con los abusos de las empresas españolas en otros países.

Pero, además, la lucha por la igualdad tiene que ir más allá de las leyes.

Tenemos necesidad de acuerparnos, sea en espacios seguros o espacios colectivos menos íntimos, poner atención a nuestros procesos, en los feminismos como marcos de transformación y lugares de prácticas consecuentes. Poner atención a la creación de conocimientos contextualizados, para que la lógica feminista no se construya desde la universalización de la mujer blanca como único sujeto político del feminismo, y se construya desde las múltiples experiencias de la diversidad de las mujeres que habitamos este planeta.

Encontramos la solución en actuar en las redes informales, en los espacios feministas comunitarios que faciliten el empoderamiento personal, comunitario, social y económico y se ponga el cuidado de la vida en el centro. Y comprometernos, luchar desde nuestras vidas, comunidades, territorios para garantizar vidas dignas para todas, tejiendo redes de acción, solidaridad y afectos. 

Buscar el valor en la fuerza colectiva. La esperanza en la convicción de que podemos vivir de otra manera.

Paz con Dignidad 

 

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