Artículo de Opinión- Sánchez se va de viaje por América

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Emilio Polo Garrón es coordinador de cooperación de Paz con Dignidad , artículo publicado en La Marea (30 de agosto de 2018). 

“Defender los intereses y la seguridad jurídica para las multinacionales españolas que operan en un país como Colombia, por encima de los intereses de los sectores más vulnerables, es incompatible con la defensa de los derechos humanos”, argumenta Emilio Polo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de Bolivia, Evo Morales, intercambian documentos con motivo de la visita oficial de Sánchez a Bolivia. MONCLOA. Imagen de lamarea.com

Emilio Polo Garrón* //El gobierno de Sánchez es un gobierno de gestos. Asunto no menor en política. Los símbolos son muy importantes dentro del acto político. Sacar a Franco del Valle de los Caídos no es poca cosa en el imaginario colectivo de nuestra sociedad. Como no lo es aceptar y asumir una Ley de Memoria Histórica insuficiente porque sigue dejando este país sembrado de fosas comunes y de cunetas llenas de restos humanos. Una vergüenza para cualquier Estado que sigue enarbolando la bandera de la democracia. Un gesto necesario y tardío el de sacar los restos de un dictador muerto desde hace tantos años que la mayor parte de las personas que habitan este país no había ni siquiera nacido. Gracias presidente, pero por el hecho de que esto haya ocurrido tan tarde, abochornados tendríamos que estar más que celebrándolo. Y más abochornados viendo cómo no hay impedimento para que el fascismo que nunca se fue del todo desfile sin ningún problema por las calles de nuestras ciudades o que los micrófonos estén a su disposición para que propaguen sus loas nazis. Esta situación, de paso, nos recuerda por qué algunos nos sonrojamos cuando hablamos de la democracia en España fuera de nuestras fronteras. Ya lo de tener en las cárceles presos políticos, o por montajes policiales, o por tuitear un chiste o por cantar una canción lo dejamos para otro artículo.

Muchas son las voces desde diferentes posiciones políticas que han definido a Pedro Sánchez y a su gobierno como sensacionalista y oportunista. Hay que reconocer que Sánchez ha tenido la virtud, desde el primer momento que accedió a la presidencia, conocedor de su poco margen de maniobra en una legislatura que aún está por ver si se consuma totalmente, de tomar una serie de medidas sin duda encaminadas a que su partido recupere el electorado perdido en los últimos años y, de paso, colocarle en una muy buena posición para acceder a la presidencia, haya o no adelanto electoral, en las próximas elecciones.

Algunas medidas del actual gobierno intentan contentar al electorado que se autodefine de centro. Otras medidas van dirigidas al electorado de izquierdas que en los últimos años dejó de apoyar al PSOE para hacerlo a Podemos. La estrategia está clara, obliga a Ciudadanos a escorarse a la derecha para competir con el PP por el voto conservador, e intenta recuperar la fuga de votos de los últimos años del PSOE a Podemos. Todas estas maniobras, sobra decirlo, sin amenazar en ningún caso la arquitectura del sistema económico neoliberal que defiende el núcleo duro de la UE y las empresas del Ibex-35.

Es una táctica que, reconociendo que es inteligente, no tiene la intención de proponer cambios en asuntos estructurales que deberían ser de gran urgencia para quien se define como socialista. Cuestiones relativas al impulso de un modelo de transición económico y energético para abordar de una vez por todas el cambio climático. Una reforma del ordenamiento jurídico que proteja, garantice y haga efectivos los derechos fundamentales, acabando así con la criminalización de la protesta y sacando a los presos políticos de las cárceles de este país. Una postura contundente hacia la UE de exigencia para la protección de los derechos humanos dentro y fuera de nuestras fronteras por encima de intereses en materia comercial, de vecindad o de seguridad. Y así podríamos seguir con un gran de número de medidas de calado que de verdad fueran encaminadas a alcanzar altas dosis de bienestar en nuestra sociedad, sin que este sea a costa de los ecosistemas ni de los derechos de otros pueblos.

Y llegados a este punto nuestro presidente viaja a América. A cuatro países entre los que está Colombia, elemento central de los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en Suramérica. Un país que no sale en la prensa española de la misma forma que salen otros lugares. Soy de los que pienso que el cuestionar, tener espíritu crítico, debatir es fundamental en una democracia. Y bajo esta lupa, la prensa y quienes nos dedicamos a ponerle mente a lo que ocurre en este castigado planeta debemos mirar a todos los gobiernos. Al nuestro y a cualquier otro. Y sí, a Venezuela, Cuba o Nicaragua. Pero también a quien oprime y masacra a población indefensa o comete crímenes de guerra como es el caso de Israel, Arabia Saudí o Marruecos. Pero los grandes medios de comunicación no hacen esta labor. Guiados por intereses económicos de grandes corporaciones o por presiones de Estados poderosos, no abordan los asuntos de la misma manera en un lugar que en otro del mundo. Y así llegamos a Colombia, uno de los países que visita nuestro presidente en estos días.

En Colombia, según los últimos datos que se disponen, el conflicto armado que aún perdura en el país arroja una cifra de más de trescientos mil muertos y desaparecidos. Con una cantidad de más de siete millones de personas desplazadas forzosamente. Y que solo en los dos últimos años ha sufrido el asesinato de más de trescientas personas por haber cometido el delito de defender los derechos humanos y el medio ambiente. Una de las fases más cruentas de la represión por parte del Estado, apoyado en estructuras paramilitares, fue en el periodo de gobierno de Álvaro Uribe. El mismo que lidera el partido Centro Democrático al que pertenece el recientemente proclamado presidente, Iván Duque. En estos momentos, bajo el nuevo mandato presidencial, se corre el riesgo de que los Acuerdos de Paz con las FARC, la que hasta hace unos meses fuera la principal guerrilla del país, queden sin efecto bajo las amenazas de la nueva administración. Igual situación de amenaza se presenta en las actuales negociaciones con la otra gran guerrilla del país, el ELN. Lo cierto es que el actual gobierno representa a los intereses que siempre han estado en contra de la paz, que se han beneficiado de la guerra y de la vergonzosa desigualdad social. Es por este motivo que no se puede ser muy optimista ante el futuro a corto plazo.

Sánchez señala que en su visita a Colombia desea transmitir el mensaje de que España apoya el proceso de paz. España se ofrece como facilitador de la paz en este país. Hay que decirle a nuestro presidente que una de las pocas bazas que le queda a la paz es la presión internacional para que el gobierno colombiano cumpla con lo pactado en los Acuerdos de Paz, para que garantice la seguridad de líderes sociales y para que no se levante de la mesa de negociación hasta encontrar una salida negociada al conflicto armado con el ELN. Esta actitud sí sería un verdadero apoyo al proceso de paz en Colombia.

Además, en la agenda de Sánchez, como desafortunadamente no podría ser de otra manera, está incluida la agenda de las grandes empresas españolas. Vivimos en un mundo en el que los intereses de las transnacionales son los que marcan las citas internacionales de los presidentes y jefes de Estado. Los derechos humanos y el respeto por el medio ambiente, o no están en estas agendas, o se pliegan sin ningún pudor ante la cuenta de resultados de las grandes corporaciones. Y también en Colombia está programado, como en el resto de los países incluidos en este viaje (Chile, Bolivia y Costa Rica), tratar temas relacionados con los intereses de las empresas españolas que operan en el país, incluidas algunas que han hecho verdaderos desmanes en la costa del Caribe colombiano.

Se le olvida a nuestro presidente que los Acuerdos de Paz en Colombia establecen que, si no se abordan los problemas estructurales que están en la naturaleza del conflicto armado, no habrá paz sostenible y duradera. Y también se le olvida que abordar estos problemas entra en colisión con los intereses de las empresas españolas y europeas que se han beneficiado del despojo de territorios muy afectados por la guerra. Y es que quizás nuestro presidente no repara en el hecho de que defender los intereses y la seguridad jurídica para las multinacionales españolas que operan en un país como Colombia, por encima de los intereses de los sectores más vulnerables, es incompatible con la defensa de los derechos humanos, con la protección de los ecosistemas y, en definitiva, con la paz que tanto dice querer apoyar.

Emilio Polo Garrón es coordinador de Paz con Dignidad

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